miércoles, 23 de septiembre de 2009

tecno-autobiografía

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Había una silla de tela que colgaba de unas cuerdas elásticas suspendidas de un gancho en una viga de una puerta. Allí me balanceaba de bebé y contemplaba el mundo. Mi primer peluche fue un oso blanco cuyos únicos botones eran dos ojos negros cosidos con fuerza sobre una sonrisa, que nunca se soltaron... tal vez de tanto en tanto mi madre reforzase esos botones con hilo negro.

Recuerdo de mi primerísima infancia la impresión de estar en las entrañas de un 747 atravesando una tormenta sobre el polo norte, los continuos viajes entre Barcelona y Seattle, las ametralladoras (reales) de la guardia civil en Barajas, las películas que proyectaban en esos aviones (porque aún eran retroproyectadas), la tecnología futurista de Star Trek, libros de ilustraciones anunciando coches voladores en el año 2000, aprender que el lugar al que mi madre y yo volábamos siempre era donde estaba la Boeing, la compañía que construía esos pájaros metálicos en los que debíamos volar para visitar a la familia.

Recuerdo, ya con seis o siete años la televisión de la era Reagan aletándonos en plena guerra fría a constuir un búnker bajo nuestra casa. Recuerdo la confusión que me generó esa tecnología, la televisión, haciéndome creer que "La Guerra Atómica" iba a empezar de inmediato. Le expliqué a mi madre que no quería ir a dormir a casa de Daniel (un vecino) porque ese sábado iba a ser mi última oportunidad de ver los dibujos por la tele. Con DAniel construíamos escopetas de madera y pinzas que disparaban gomas elásticas. Por las noches les disparábamos a los coches desde un escondite en la esquina con la calle 65. Yo intentaba ya entonces escribir libros en la máquina de escribir de mi madre, que tenía un sistema eléctrico que permitía mantener la barra del espaciado pulsada para espaciar más de una vez. Al ir a clases de piano veía el ordenador del hijo de mi profesora, el mando tenía un botón y una palanca. Una vez en una tienda me enamoré de un teléfono con forma de hamburguesa. Al final nos llevamos a casa un modelo transparente, que en su interior tenía pequeñas luces que se encendían con cada RING, al recibir una llamada.

Nunca fui gran amante de los coches, ni he tenido nunca bicicleta, pero usaba un monopatín para navegar el barrio. El hermano mayor de mi vecino Basil tenía una camioneta 4x4 con ruedas gigantescas. En casa, ahora que lo pienso, la única televisión estaba en mi habitación. El salón estaba dominado por el piano, debajo del cual llegué a pasar bastate tiempo mientras mamá dabá clases a sus alumnas. Cantaban con voz operística: MA ME MI MO MUUUU, y con el piano intercalaban acordes para ir afinando y elaborando. Recuerdo a mi madre divertida explicándome que nuestro televisor no era en color, como yo creía sino en en blanco y negro, y darme cuenta de que yo estaba imaginándome los dibujos de HE-MAN en color, traduciendo las diferentes tonalidades de gris a amarillo, rojo, verde, azul... Había visto un cohete de la NASA estrellarse al levantar el vuelo sentado en medio de una casa construida competamente de madera, sin pintar. Cogíamos ferrys para visitar islas cercanas con nombres de antiguos conquistadores españoles.

En verano solía despertarme el chelo de mi padre, que aprovechaba las mañanas para ensayar. Yo creo que fue en casa de mi padre donde me enganché al cine gracias al VHS, y a otro tipo de formula televisiva gracias a la MTV, que extrañamente de pronto pillábamos por satélite en Segovia, cuando en EEUU mi madre nunca había cedido con el tema del satélite y esas cosas. Acabaría estudiando cine en Barcelona, pero estaba lejos de imaginar esa posibilidad a mis 12 o 13 años. A esa edad había cambiado mi Atari 62 por una Nintendo, y había oído la palabra quimoterapia muchas veces aunque nadie me había explicado su mecanismo. Esa era una tecnología conocida por casa pero misteriosa e impregnada de fatalidad. El padre de Johann mi mejor amigo en esa época se había mudado permanentemente a la granja en Lopez Island, y Johann me decía que yo era un chico de ciudad: la virtud estaba en saber "sobrevivir" con la tecnología más básica y rudimentaria de la granja.

Nuestras vidas están tan llenas de tecnologías de los más diversos tipos. Algunas nos afectan directamente porque las usamos, y otras han moldeado nuestra realidad, incluso a veces nuestra imaginación, aunque no las usemos, o incluso las desconozcamos. Yo llego a la diplomatura de Educación Social, tras completar una licenciatura en Comunicación Audiovisual, y estudios en fotografía. y tras trabajar 6 años trabajando en cine y publicidad para televisión. A estas alturas, para mí) que sigo siendo un ávido consumidor de cine en todas sus formas y géneros, y un apasionado del lenguaje cinematográfico y de la fotografía) puede que el incentivo de una asignatura como esta no sea el aprender nada nuevo sino el revisar los usos que se pueden hacer de este lenguaje y las aplicaciones que se le puede dar en el mundo de la pedagogía social.

Animación con secuencia de fotos: un ejemplo sencillo (1)

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http://www.youtube.com/watch?v=EQxiGIWp9kY&feature=response_watch

martes, 22 de septiembre de 2009

IDEAS PARA CORTOMETRAJES (2): "Before-after edit"

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En la película Requiem por un Sueño hay un buenos ejemplo de lo que su director llama "before-after edits", secuencias rápidas de imágenes que describen una transición del "antes" (before) al "después" (after).

sábado, 19 de septiembre de 2009

Experimentos con luz y agua. Usos de la fotografía (1)

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El tiempo de exposición nos permite atrapar imágenes que nuestro ojo no tiene el tiempo de detectar, o bien mediante exposiciones largas, aunar en una única imagen diferentes momentos en el tiempo.

Crear animaciones sencillas a partir de series de fotos abstractas

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Usos de la técnica Collage-Secuenciación.

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Crear espacios mediante secuencias ordenadas-desordenadas de imágenes. El punto de vista múltiple.